Yo no olvido el año viejo…

Es inevitable despertar estos días con la sensación de que algo es diferente, como si todo estuviera a punto de cambiar, pero la realidad es que lo único nuevo será el numero de días en que seguimos evolucionando.

Hoy me disponía a escribir esta entrada hablándoles sobre las esperas, el tiempo que tomamos aguardando por cosas que anhelamos y las horas que desperdiciamos no estando presentes. Pero uno de los aprendizajes de este año fue entender que esperar no es un problema si el proceso se disfruta, al final eso con lo que tanto soñamos es el resultado de cientos de noches en vela y madrugadas constantes.

Además que la espera no significa detenerse o simplemente no hacer nada. Por el contrario, esperar es tener la paciencia necesaria para recibir eso que hemos estado confiándole al destino y sobre todo a nuestra determinación.

La palabra esperar proviene del latín «sperare» – tener esperanza – esa que se mantiene hasta conseguir algo, ya sea atravesando momentos buenos o malos que te permiten racionalizar y descifrar el alma.

Algunas veces me despierto recordando decisiones que pude haber tomado de manera diferente, que pudieron haber sido mejores y haber tenido menos impacto, pero cuando pienso en ello recuerdo que lo veo desde otra perspectiva, una proveniente de la vivencia que me lo enseñó, de la EXPERIENCIA.

Hoy soy una persona distinta debido a esas decisiones, a esos si, a esos no… a esos momentos de silencio. Como Heráclito lo dijo una vez, «No es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti».

La corriente del río no para, su caudal aumenta o disminuye de acuerdo a las condiciones climáticas de su entorno, algunas veces empuja fuerte y otras con menos impacto, pero la corriente siempre está, incluso cuando las aguas parecen tranquilas.

Los seres humanos somos corrientes de río, seguimos un cauce que desemboca en aguas dulces o saladas, siempre en movimiento, llenos de vida y energía, con la capacidad de transformar lo más sencillo en algo complejo, con la habilidad de movilizar multitudes y orientar almas perdidas.

Al mismo tiempo, un río fuera de cauce tiene la fuerza suficiente para destruir todo a su paso, erosionar y formar nuevos paisajes.
Encontraras muchos, unos superficiales y otros más profundos, unos que te hagan sentir calma y otros que te revuelvan la vida, dicho de otra manera, serás tu quien decida si los cruzas, los sigues o los evitas.

Los ríos y los seres humanos somos fuertes e imparables, pero finalmente somos el resultado de las precipitaciones, de los momentos de tormenta, de eso que generalmente no controlamos.

Es por esto que días como hoy tienen cierto efecto en nosotros, nos gustan los comienzos y las oportunidades, por eso nos retamos, planeamos, nos proyectamos y agregamos «ojalá» a nuestra lista, porque con un nuevo año encontramos 365 posibilidades extra para fallar, reír, caer, perdonar, olvidar, amar, llorar, construir, esperar pero sobre todo VIVIR.

Gracias infinitas por acompañarme este año, espero el siguiente capítulo este mucho mejor.

Una respuesta a «Yo no olvido el año viejo…»

  1. Feliz año 2024 / desde Alemania

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